Ana María Javouhey

"Influencer" de su época
Ana María Javouhey, nacida el 10 de noviembre de 1779 en un pueblo de Borgoña, oye la llamada de Dios a anunciar en los cinco continentes su amor por todos, sin distinción de raza, religión o condición social.
Infancia y vocación
Nació en un hogar de fe profunda, es la hija mayor de la familia Javouhey y vive una infancia feliz en el pueblo de Chamblanc, en Borgoña. Muy pronto la Revolución francesa quiere destruir la religión católica. La joven Ana María catequiza a los niños, durante la noche guía a los sacerdotes perseguidos. En un pequeño oratorio del jardín de la familia pasa largos ratos de oración; la llamada se va haciendo presente. Durante la noche del 11 de noviembre de 1798, en presencia de un sacerdote, de su familia y de buenos amigos, se consagra a Dios para siempre.
Todos los conventos han sido cerrados por la tormenta revolucionaria. Ana María empieza a buscar, primero en Besançon donde Juana-Antide Thouret intenta hacer renacer las Hermanas de la Caridad, después en la Trapa de la Valsainte, en Suiza, donde encuentra a Dom de Lestrange. Más tarde, descubre que su misión no está allí y reemprende su camino de búsqueda: catequesis, cuidado de los huérfanos, pequeñas escuelas gratuitas… Fracasos sucesivos en la pobreza, la miseria a veces.
Fundamento
El Papa Pío VII se detiene en Chalon-sur Saône después de haber consagrado emperador a Napoleón, en 1804. Ana María recibe del Ilustre Pontífice palabras de estímulo para la obra que se preparaba a fundar. Otras jóvenes se unen a Ana María y a sus hermanas. Ana va a ver al obispo de Autun que le pide que escriba una Regla de vida después de solicitar los Estatutos de la naciente sociedad, estos son aprobados por el emperador el 12 de diciembre de 1806.
Posteriormente, el 12 de mayo de 1807, nueve jóvenes emiten sus votos ante el obispo de Autun, en la iglesia de San Pedro de Chalon.
“¡Ya somos religiosas!” escribe Ana María Javouhey que, desde ahora, puede dar libre cauce a su dinamismo. Consigue utilizar el seminario de Autun para acoger a las niñas a quienes educa y forma en el trabajo manual. Llegan los heridos de la guerra de España y las Hermanas se transforman en enfermeras a su cabecera. Después de cuatro años hay que buscar otra casa; Baltasar Javouhey compra para sus hijas el antiguo convento de los Recoletos en Cluny. El nombre de Cluny, unido al de las Hermanas de San José se va a dar a conocer muy pronto en los cinco continentes.

Ana María y la abolición de la esclavitud
En Mana, se construye un pueblo, se roturan y se cultivan las tierras, se acoge a los esclavos que huyen, se instala a los leprosos en un lugar en el campo, se prepara para la libertad a los esclavos… Sostenida por la certeza de hacer “la obra de Dios”, a pesar de oposiciones y críticas, Madre Javouhey consigue que centenares de esclavos sean capaces de vivir libres y en calma.
Beata Ana María Javouhey
Ardiente e intrépida, pronta para amara y perdonar, de una bondad que no conoce límites ni trabas, Madre Javouhey vive una intensa unión con Dios que se fortalece en las pruebas y que la lanza al servicio incondicional de los niños, de los enfermos de cuerpo y de espíritu, de los despreciados, de todos los pobres que se cruzan en su camino.